Domingo Carrillo Simón tiene 43 años y es funcionario de la administración local en el Ayuntamiento de Zaragoza. Sin embargo, a partir del 10 de octubre pasa a ser conocido como “El Morico”, uno de los cabezudos más populares que recorren las calles de Zaragoza durante las fiestas del Pilar, dándoles diversión a los más pequeños de esta provincia.
Ya son 32 años los que Domingo lleva recorriéndose la ciudad como cabezudo. Llegó a ser “El Morico” a través de su trabajo como funcionario en el Ayuntamiento de Zaragoza dónde se apuntó como voluntario junto al resto de sus compañeros. «Todo el mundo es libre de apuntarse, eso sí, quién se mete se queda mucho tiempo”, afirma. Entre camerinos sorprende no ver ningún cabezudo llevado por una mujer. «No hay norma, ley o creencia que lo prohíba. El único requisito es ser funcionario del Ayuntamiento», aclara Domingo. Sin embargo, aun así, parece que el género femenino no se anima a vestirse de cabezudo.
«Todo el mundo es libre de apuntarse, eso sí quién se mete se queda mucho tiempo»
Con una emoción propia de un niño, Domingo cuenta cómo desde el principio tenía presente que quería ser “El Morico”. «No había ni gigante ni cabezudo que me quitara de la cabeza a quien fue mi predilección desde pequeño», confiesa el cabezudo.
Doce gigantes y once cabezudos son los que componen actualmente la conocida comparsa de Zaragoza. Todos ellos eran personajes populares conocidos e incluso personajes reales que vivieron en la ciudad y son parte de la historia de esta.
Se les representa mediante una cabeza de grandes dimensiones, con tintes humorísticos. En ella, la boca es un agujero mediante el cual quién lleva al cabezudo puede respirar y beber agua en sus carreras. Sus vestimentas son peculiares y ninguna se repite. Tenemos desde cabezudos baturros, condes o como es el caso de “El Morico”, hasta un arlequín. Eso si, por distintos que sean todos tienen un elemento común: la fusta.
La fusta consiste en un palo de madera decorado con pintura y dibujos en cuyo extremo sobresale una cuerda atada con un nudo. Ellos no pueden hablar y este accesorio es su medio de expresión. Cada uno tiene la suya y sin lugar a duda es el elemento que más asusta a los pequeños por encima de sus extravagantes cabezas.
La comparsa de gigantes y cabezudos recorre las calles de Zaragoza en las fechas de San Valero, la Cincomarzada y, sobre todo, en las Fiestas del Pilar. Donde miles de niños y jóvenes les cantan sus cantos populares con el fin de enojarles y ser encorridos por estos.
Llenos de rimas, burlas y algún que otro insulto sobre todo a su aspecto físico, los cantos populares son de todo menos agradables para los cabezudos, quienes, al oírlo, sienten arder su orgullo “cabezudil” y persiguen a los miles de jóvenes que se han atrevido a cantar.
«Los recorridos suelen durar sobre una hora y media y suelen ser por distintos barrios de la ciudad. Se hacen paradas cada cinco minutos aproximadamente para que los gigantes descansen y, mientras, los cabezudos bailan», explica Domingo.
«Todos los recorridos tienen un punto de salida y otro de cierre que será el de abertura del día siguiente», explica Domingo. Antes de salir no faltan los nervios previos a la carrera. Las ganas se palpan en el ambiente, pero también las prisas. Se ultiman los detalles finales para que los cabezudos estén perfectos y algún despistado no sabe dónde ha dejado su fusta. Cordones bien abrochados, cabezas en su sitio y ya solo queda esperar a que sea la hora de salida.
Las cabezas de los cabezudos se guardan siempre en establecimientos públicos como son colegios, pabellones, auditorios, etc. En ellos, al finalizar les esperan carros llenos de agua, algún que otro aperitivo y lo más importante: una buena ducha como broche final de una gran carrera. Y es que al acabar entre cabezones y disfraces, el sudor y el mal olor es palpable a metros de distancia.
Como si fueran corredores profesionales, Domingo cuenta que previamente a las fechas señaladas llevan una cuidadosa preparación para no defraudar a los zaragozanos. «Es clave la condición física, son muchos días corriendo y hay que aguantar y dar lo que se espera”, argumenta.
Son muchos los años que la comparsa recorre las calles de Zaragoza y miles los niños que han corrido tras ella. Muchos de ellos son ahora miembros de la misma y compañeros de aquel cabezudo que les alegraba las fiestas del Pilar.
Aunque el objetivo final de esta actividad sea proporcionar diversión y entretenimiento a los más pequeños, no siempre ocurre esto. Como indica Domingo “los tiempos han cambiado. Antes llegabas orgulloso a casa y le enseñabas a tus padres los latigazos que te había hecho el cabezudo. Ahora, son muchos los padres que mandan quejas al Ayuntamiento o no dejan que sus hijos vayan a los desfiles por la supuesta violencia que incitan estos personajes” .
La polémica se levantó cuando en 2011 unos padres denunciaron en HERALDO las lesiones que sufrieron sus hijas a causa de los latigazos propinados por la comparsa durante las fiestas del barrio de San José.
Y es que los cabezudos reparten y mucho, pero suave y sabiendo a quién. “Siempre hemos corrido los cabezudos y llevado algún moratón de propina, los cabezudos saben que están para que los niños disfruten y no incitan la violencia. Llevo a mis hijos sin miedo y lo seguiré haciendo” señala Óscar Val, uno de los padres que acompaña a su hija a este tradicional desfile.
El problema, como comentan muchos de los cabezudos, es la falta de disciplina y organización en las fiestas de los barrios. La diferencia es que en las fiestas del Pilar las personas que llevan los cabezudos son funcionarios del Ayuntamiento y saben cuál es su función. En las fiestas de los barrios los cabezudos son en ocasiones, aunque no siempre, jóvenes que se creen que su función es pegar cuanto más mejor.
«El problema es que hay que elegir muy bien quién se mete dentro de un cabezudo”
Pero los cabezudos no solo se dedican a correr y encorrer, también realizan labores solidarias como ir a hospitales infantiles a visitar a los más que pequeños que, desafortunadamente, no pueden disfrutar de los cabezones como los demás.
Siempre habrá uno favorito. Uno que corra más u otro que corra menos. Más feos o más bonitos, pero está claro que la Comparsa de Gigantes y Cabezudos es querida por mayores y niños y se ha convertido en un símbolo importante de las fiestas del Pilar. Seguirán recorriendo las calles de la ciudad, “azotando” a aquellos intrépidos que se atreven a cantar al cabezudo, pero sobretodo, proporcionando felicidad y alegría a los miles de zaragozanos que salen a disfrutarla todos los días.