Montse es una mujer cuya conexión con India trasciende lo casual. Sus dos hijas nacieron en ese país, sumergiéndola en su cultura y realidades desde hace casi tres décadas. El impacto inicial de su experiencia la llevó a actuar, a marcar la diferencia en la vida de los niños y niñas que observaba sufrir. Desde entonces, su compromiso ha sido inagotable.
¿Qué le motivó a involucrarse en Kumara?
Ese primer viaje me cambió la vida. Desde ahí, empecé a hacer pequeñas campañas y actuaciones para promover el cambio. En aquel momento, que fue en el 2000-2001, recaudamos 500.000 pesetas, que era lo equivalente a 3.000 euros. Con ese dinero conseguimos que 300 niños y niñas fueran al colegio. Pudimos comprarles mochilas, libros, material escolar y en muchos casos ropa.
¿De ahí nace crear Kumara?
Sí. Después de estos primeros intentos, dos amigos que también viajaron a India por motivos personales, concretamente el presidente de Kumara, José Antonio Ruíz y su mujer, que es la secretaria, volvieron y se reunieron conmigo para ayudar a los niños en India. En principio queriamos ayudar a los niños en el mundo, pero cuando quieres hacer un proyecto, el socio local es muy importante, entonces decidimos centrarnos en Nepal y en India.
Tenemos un proyecto que es una casa de acogida donde en estos momentos viven 16 personas, desde niños hasta adultos mayores, que entran siendo huérfanos y extremadamente pobres, pero salen teniendo una carrera universitaria y una familia.
Es cierto que nuestra capacidad es para albergar hasta 30 personas, pero nos enfrentamos a dificultades financieras para cubrir los gastos. Esto incluye la alimentación, el alojamiento en una escuela bilingüe y posteriormente la universidad para cada niño. Además, debemos costear los sueldos de los cuidadores y los gastos de transporte. Aproximadamente, el coste anual por niño asciende a cerca de mil euros, una cantidad que, si bien puede no parecer excesiva, tiene un impacto transformador en sus vidas.
«Recibes mucho más de lo que das, especialmente cuando te das cuenta de cómo pequeñas acciones pueden tener un gran impacto en la vida de otras personas, como en el caso de las niñas en India, donde cada gesto abre un nuevo mundo para ellas.» – Montse
¿Cómo ha visto que ha cambiado la vida de estos niños?
Para aquellos que terminan su educación aquí, la vida cambia radicalmente porque el día que formen una familia, ya tienen una base sólida para ser independientes. No tendrán que enfrentarse más a la dura realidad del campo o a la necesidad de mendigar para sobrevivir. Podrán romper ese círculo vicioso en el que están atrapados.
Hay que recordar que muchos de ellos provienen de pueblos remotos, de las profundidades de las montañas. Ahora, por ejemplo, la realidad es distinta. Contamos con dos jóvenes que han completado sus estudios universitarios y otra chica que está en su tercer año.
¿Qué significa Kumara para ti?
Para mí, Kumara representa unión, independencia y un hogar para aquellos que lo necesitan. Nuestro objetivo es que se conviertan en adultos independientes. Es maravilloso ver que actúan como una familia, donde los mayores ayudan y apoyan a los más jóvenes, creando un vínculo de hermandad invaluable. He tenido el privilegio de ser testigo de ello y, ¿qué puedo decir? Me emociono de pensarlo.
«Son historias transformadoras, llenas de esperanza. Ejemplos de que el amor y el apoyo cambian vidas.» – Monte
¿Qué ha sentido una vez que ha estado allí y ha visto su proyecto hecho realidad?
He llorado muchísimo. Me acuerdo que en el último viaje me abrazaban y me decían, no llores Shanti, no llores Shanti . Que significa: «Tía, no llores».
Vuelvo siempre afectada, pero también con más fuerza de dar a entender que lo poco que aportamos es en realidad mucho y que podemos cambiar la vida a una persona.
Las mujeres siguen siendo las más castigadas en estos países, ¿qué es lo que hacen por ellas?
Todo nuestro esfuerzo en India es para ayudarlas. Por ejemplo, en el 20, inauguramos 20 casas que iban a nombre de las mujeres Dalits. Porque lo peor en India es nacer mujer y nacer Dalits. Hemos realizado talleres de costura para que sepan cómo hacerse su propia ropa y cursos de informática, para mejorar sus habilidades TIC, pero un hogar era primordial.
«Los Dalits son los intocables, son los impuros, son menos que esclavos. Desde el gobierno lo están intentando, pero tienen un recorrido largo porque aunque por ley está prohibido, la realidad es que puede mucho más la cultura. Ser mujer y Dalit es horroroso.» – Montse
Construir casas para las mujeres
¿Cómo ha sido el proceso de contruir a las mujeres un hogar?
Cuando decidimos hacer las viviendas, el requisito que pusimos fue que, por delante de todo, iban las mujeres viudas. Las viudas hasta hace unos años, cuando el hombre moría, iban ellas detrás. Si no las tiraban, las incitaban, para que ellas se tirasen.
Kumara trabaja en la zona de Telengana y Andra Prades, una zona rural. Entonces, la única manera que tienen de subsistir es yendo al campo. Si en un momento determinado, como la pandemia, no podían ir a trabajar, las mujeres no comían.
Respecto a las viviendas, decidimos que tenían que ir a nombre de las mujeres, para que el hombre no las echara de casa. De hecho, algún hombre prefirió no tener casa para que no fuera a nombre de su mujer.
La salida está en la educación: becas formativas para las mujeres
¿Cómo es la realidad para las mujeres que deciden estudiar?
Existe una urgencia de ofrecer a las mujeres una salida profresional. Es lo único que evita matrimonios concertados.
Nosotros construimos un colegio mixto y bilingüe: Little Flower E.M School. En ese colegio, cuando terminan lo equivalente a la ESO, decidimos que aquellas que quieran y que no puedan permitírselo, pagarles sus estudios.
Con estas becas, lo que se consigue es que no las casen, porque si las casan se van a vivir a casa de la familia del marido y pierden su independenica. En cambio, si deciden estudiar y luego las cosas van mal dentro del matrimonio, ellas tienen la valentía de decir, me separo porque me puedo ganar la vida sola gracias a mi formación.
«Sus madres van al campo. Ellas van a tener un futuro. Una quiere ser neurocirujana otra chica policía. Me acuerdo que esta última, que estaba el equivalente, a quinto de primaria, decía: `quiero ser policía porque necesitamos mujeres policias que nos ayuden´.» – Montse.
¿Podría compartir alguna experiencia memorable que haya tenido durante sus expediciones o trabajo con la Asociación Kumara en el terreno?
Sin duda, el pozo de agua y la potabilizadora de agua de la puebla de leprosos. Me sigue tocando mucho porque yo lo conocí sin nada. Conocerlo fue muy duro, pero la inauguración del pozo fue una alegría. Conocí a la promotora, una señora viuda sin hijos y que había tenido lepra, no tenía piernas y andaba no sé cuántos kilómetros para ir en busca de agua. Gracias a la potabilizadora de agua, no parece la misma población. Ahora hay casas maravillosas, los niños se han engordado y los hombres salen a trabajar mientras los chicos y chicas están en nuestros internados.
¿Por qué le ha marcado tanto?
Porque yo fui el primer día y para qué mentirte, fui con un poco de respeto. No olía bien porque quemaban todo, era un sitio desagradable. Y ahora, en cambio, es una maravilla. Me cuesta no emocionarme porque ese poblado ha sufrido tanto…
¿Considera que Kumara le ha cambiado la vida?
La vida me cambió en el 98 cuando cuando viajé por primera vez. Ahí nacieron mis ganas de ayudar a los demás y decir qué injusto es el mundo. Depende de dónde nazcas, no te falta un plato de comida. Y ver la situación de los niños, que no tienen la culpa de nada, pues me cambió por dentro.
Un amigo me dijo hay un antes y un después en ti. Y es así. Yo empecé a priorizar qué es lo verdaderamente importante en la vida. Para mi, la prioridad es estar bien con uno mismo y ayudar todo lo que se pueda al otro.
Y ahora que tiene toda esta vivencia, ¿cuál cree que es el verdadero desafío para Kumara?
Seguir manteniendo la casa de Nepal, que no nos pongan más trabas porque querían cambiar el sistema y ponernos más exigencias, algo que no podemos hacer frente económicamente.
Y luego las niñas que tenemos becadas, que puedan ser el doble de niñas, porque sabemos que les cambiamos la vida.
¿Le gustaría que sus hijas le tomasen el relevo de Kumara?
Mi hija Mayu seguramente continuará. Ahora está con oposiciones, con lo cual es complicado, pero después espero que sí. Y la pequeña ha estado de voluntaria más de una vez. Yo creo que sí, que continuarán.
Montse, después de todo lo que ha experimentado y logrado con la Asociación Kumara, ¿qué mensaje le gustaría dejar no solo para aquellos que te escuchan hoy, sino también para las generaciones futuras que continuarán el trabajo que ha comenzado?
Por último, os invito a que vengáis el 18 y 19 de mayo a la Plaza del Pilar, porque veréis la carpa de Kumara donde vamos a estar haciendo un taller de chapas para recaudar fondos. La chapa va a costar un euro, pero con ese euro ya colaboráis.
Y nada, motivaros a que terminéis la carrera, si vais a ser periodistas seguro que vais a indagar, investigar y desde aquí os animo a terminarla y luego colaborar para aquellos que no han tenido tanta suerte.