En las últimas décadas, el programa Erasmus se ha convertido en una oportunidad cada vez más deseada para los estudiantes europeos que desean tener una experiencia internacional durante sus años académicos. Es un viaje que va más allá del aula universitaria, ofreciendo la oportunidad de descubrir nuevas culturas, crear lazos duraderos y ampliar la perspectiva personal.
Esta es mi historia y cómo decidí embarcarme en esta aventura, que aún no ha terminado, y sumergirme en un mundo de maravillas y crecimiento personal.
Soy Angelica Bianco, tengo 22 años y soy estudiante italiana de ciencias de la comunicación. El año pasado decidí solicitar Erasmus en España. Cuando fui elegida para Zaragoza, estaba en el séptimo cielo.
Así que a finales de enero, empacé mis maletas llenas de expectativas y ansiedades para mi semestre en Zaragoza.
Al llegar al corazón de la ciudad, me sentí inmediatamente cómoda, inmersa en un crisol de culturas y aventuras.
Las primeras semanas pasaron rápidamente, entre clases universitarias y actividades extracurriculares. Hice amistad de inmediato con otros estudiantes Erasmus y tratamos de aprovechar al máximo esta experiencia que ha sido y seguirá siendo mucho más que una serie de noches despreocupadas.
Me conecté con estudiantes de países de todo el mundo, cada uno con su propia cultura, idioma y puntos de vista únicos. Los encuentros con estos nuevos amigos me abrieron las puertas a un mundo de diversidad, donde aprendí a apreciar las diferencias culturales y ver las similitudes que unen a todos los seres humanos. También he mejorado mi inglés y estoy tratando de aprender español, lo cual me alegra mucho porque en la sociedad globalizada se valora cada vez más el conocimiento de varios idiomas.
También estoy descubriendo un nuevo lado de mí misma. Alejada de casa y de mis rutinas diarias, me siento libre de explorar nuevos intereses y desarrollar mis pasiones. Cada día es una oportunidad para crecer y descubrir nuevas facetas de mi personalidad.
Comparto alegrías y desafíos con mis amigos, aprendiendo unos de otros y apoyándonos mutuamente durante los momentos de nostalgia o incertidumbre. Hemos organizado viajes, visitando ciudades como Valencia y Madrid, y descubriendo nuevas tradiciones y culturas.
Mi experiencia no se ha limitado solo a Zaragoza. Tuve la oportunidad de participar en reuniones, conferencias y talleres que me permitieron descubrir el mundo de la publicidad y el periodismo. Luego tuve que adaptarme a un sistema académico diferente y, como resultado, a un nuevo método de estudio. Cada universidad tiene sus propios procedimientos y metodologías educativas. Al principio fue muy difícil, pero logré manejar las diferencias de evaluación y adaptarme a un ritmo de estudio diferente; ahora me siento una estudiante española en todos los aspectos y espero que mi año académico termine de manera exitosa; espero poder aprobar todos los exámenes.
No niego que he tenido períodos de nostalgia y soledad, sintiéndome distante de mi familia y mi país, pero con el tiempo y el apoyo de mis amigos Erasmus, logré adaptarme y superar esas etapas de inestabilidad. Aquí mis responsabilidades han aumentado y he aprendido a ser independiente, pero al mismo tiempo me siento más libre y despreocupada.
Cuando esta experiencia llegue a su fin en julio, dejaré Zaragoza con una maleta llena de recuerdos, amistades y una visión completamente nueva del mundo. Erasmus dejará una huella indeleble en mi vida. Es un viaje que va más allá de las lecciones universitarias, permitiendo a los estudiantes descubrirse a sí mismos, crear lazos duraderos y desarrollar una mentalidad abierta e inclusiva. Es una experiencia que recomiendo a todos. Es un capítulo inolvidable en la historia de cada estudiante que tiene la suerte de vivirlo.
Es una oportunidad que no solo moldea las mentes, sino que también nutre las almas.