Entrar a una librería siempre es un suceso mágico. Por muchas veces que se repita, cada incursión esconde nuevas experiencias, nuevos descubrimientos y nuevas lecturas tan dignas de hacer saltar las lágrimas del lector elevándolo al éxtasis como de dejarlo sin aliento, obligándolo a leer, siempre, un capítulo más.
Muchos son los títulos y las portadas capaces de llamar la atención del público. Sin embargo, los últimos meses del año, como es costumbre, un título y una portada concretos destacan sobre el resto. Esto sucede gracias a una leyenda situada en la misma portada que anuncia en letras mayúsculas por qué debes leer ese libro: «Premio Planeta». Y el último afortunado en contar con esa insignia es el libro titulado «Terra Alta», de Javier Cercas. Es difícil resistirse. Uno de los mayores galardones anuales de la literatura hispanohablante incitan al asiduo lector a construirse unas expectativas sobre el premiado.
El último lanzamiento del consolidado periodista y escritor Javier Cercas cautivó al público y al jurado para hacerse con el prestigioso honor. Como no podía ser de otra manera, caí en las redes de la publicidad de la que gozaba dicha novela. Y, antes de entrar en detalles, he de admitir que quedé satisfecho.
De esta manera, el autor de la novela, presentaba su novela de cara al Día del Libro de 2020.
El libro en cuestión, esperando en mi estantería a que terminase el que le precedía para dejar que me adentrase en sus páginas, se veía cada vez más tentador conforme pasaban las horas, los días. Finalmente, soplé el polvo que se había acumulado sobre la novela para comprobar qué me aguardaba en su interior. Mis expectativas, alimentadas por las buenas críticas y la visión constante del libro cerrado, aguardándome, eran más altas que la Terra que Cercas describe en su novela.
Descubrí en las primeras páginas de la historia la facilidad con la que Cercas capturaba al lector, haciéndolo suyo y transportando su conciencia a las localidades de la Terra Alta tarraconense tan bien descritas. Una novela en la que se compaginan realidades de nuestro mundo y del creado por el autor resulta capaz de mantener al lector enganchado, atento a cualquier mención de la realidad cercana con la que se pueda identificar.
Así es como se presenta Melchor, el protagonista de la historia, que nos lleva desde los atentados yihadistas de Cambrils hasta la Terra Alta en la que se desarrolla la gran parte del relato. El escritor de origen extremeño hace recaer en brazos de su personaje principal la brújula con la que se guiará la historia, alternando acontecimientos de su pasado y presente que servirán para entender al personaje y el ambiente en el que se ve envuelto.
Cuando uno, como fue mi caso, nota los ojos cansados y los labios secos, mira el final de la página para comprobar que el número de tres cifras demuestra las horas que ha pasado sin levantar la vista del libro. De esta manera, una lectura entretenida y liviana hace que el lector comprenda el porqué de la decisión del jurado. El modo en el que el protagonista de la novela compagina la lucha contra sus demonios internos y la investigación de un asesinato guía al lector a través de reflexiones y citas de Los Miserables, hasta llegar a un final totalmente disruptivo con la línea en que sigue la historia.
Si uno se encuentra a merced de las palabras del escritor durante prácticamente toda la novela, las últimas cincuenta páginas de la misma descolocan la idea que se había construido sobre la misma. Además de la impredecibilidad con la que cuenta el final de la historia, la temática cambia completamente, dejando de lado la línea que había seguido anteriormente. Si bien en finales de otras novelas de características similares escritas por maestros del misterio (Agatha Christie, Stephen King, Camilla Lackberg, etc.), un drástico cambio en el devenir de los acontecimientos potencia el interés de la historia, en las líneas de Cercas el final es prácticamente ajeno al relato, forzado y decepcionante.
Sin embargo, de la misma manera en la que el popular dicho afirma que no hay que juzgar un libro por su portada, extrapolaremos esta sapiencia para argumentar que tampoco debe ser juzgado por su final. En definitiva, la novela ganadora de la sexagésimo séptima edición del Premio Planeta goza de una gran aceptación entre el público, entre el cual me incluyo. La lectura de las páginas de Terra alta fueron sinónimo de horas bien invertidas. Una gran experiencia que, pese a que sufriese una ligera torcedura en la conclusión del relato, esperemos que vuelva a repetirse con el galardonado del 2020.