Al este de Navarra y rodeado por un río, el Aragón; un monte, Larrate; y un desierto, Las Bardenas; se encuentra un pueblo de unos 2.500 habitantes con una larga historia. En él se han vivido batallas, sirviendo algunas veces de enclave estratégico de vigilancia y otras, simplemente, de medio de producción agrícola. En la actualidad se sigue desarrollando el sector de la agricultura, aunque también supone un enclave industrial importante en la zona por sus dos fábricas. Si está pensando en visitarlo, una advertencia: su gente es cerrada al principio, pero una vez establezca usted amistad -lo que posiblemente suceda en sus fiestas-, esta le durará toda su vida. El nombre de este lugar es Carcastillo.
Por David García Arlegui
Carcastillo a través de la historia
La Villa de Carcastillo encuentra sus orígenes hace 2.500 años aproximadamente, cuando comenzaron a establecerse algunos emplazamientos cercanos al pueblo en forma de pequeños poblados de los que todavía hoy permanecen algunos restos. Es el caso de El Saso, La Encisa o Chativa, entre otros. Sin duda el más importante para la historia de Carcastillo es El Congosto, poblado más cercano a los límites del pueblo y que coincide con el marco territorial de este, cuya existencia todavía está presente en forma de restos de muralla. Unos siglos más adelante, ya en la época del Imperio Romano, las tierras navarras estaban habitadas principalmente por los vascones antes de la invasión romana, dividiéndose lo que conocemos como Navarra en dos territorios: Saltus Vasconum y Ager Vasconum. Saltus es un término que hace referencia al bosque, y demográficamente se establecía desde Pompaelo (Pamplona) hacia el norte. Por tanto, la tierra que vería nacer Carcastillo sería el Ager, palabra que se refería al campo.
Sería el Tratado del Ebro, firmado en el año 226 a.C. el que daría comienzo a la ocupación romana en tierras navarras. En la zona de Carcastillo, la ciudad romana de referencia pasó a ser Cara (hoy en día el pueblo de Santacara), lo que parece ser el motivo por el que se abandonó el poblado de El Congosto. Sin embargo, María Jesús Agorreta, en su libro «Los Vascones», afirma que hubo una importante población rural alrededor de la ciudad de Cara localizada en el Valle del Aragón, existiendo hallazgos de la época romana como inscripciones sepulcrales en lo que hoy son los pueblos de Carcastillo y Santacara, entre otros. Por tanto, hablamos de un pueblo cuya existencia se remonta a los tiempos en los que los romanos ocupaban la Península Ibérica. Sara Brun afirma en su libro «Carcastillo en la Historia» la existencia de un poblado llamado La Oliva en el territorio que hoy ocupa el Monasterio de la Oliva, poblado que alcanzó su esplendor en el siglo III d.C. y del que queda constancia por uno de los escritos redactados en 1832 por el entonces archivero del citado monasterio, Fray Ramón Arroquia de Osés.
Muchos años después, en el siglo VIII, según describe Brun, la función principal de Carcastillo sería la de frontera entre el territorio perteneciente al Reino de Navarra y el Califato de Córdoba. Básicamente, la localización del pueblo era de gran utilidad para la vigilancia del enemigo debido al cercano monte conocido hoy en día como Larrate, por lo que Carcastillo pasaría varias veces de manos de los cristianos del Reino a los árabes Banu Qasi y viceversa. Aparecía en escritos de la época con distintos nombres como Al-Kashtill, Qarqstal o Qarqastil, y en él tuvieron lugar importantes batallas, como la conocida como “Campaña musulmana de Pamplona”, en el año 924.
A esta batalla hace referencia uno de los escritos de Ibn Idarí, poeta de la época, en el cual se habla del ejército árabe cruzando Carcastillo comandado por el emir Abd-Al-Rahman III. Actualmente, se conoce por qué zona cruzaron el pueblo gracias a esa descripción, ya que el poeta se refería a un desfiladero que separaba el monte del río, el cual hoy en día es conocido como el ‘estrecho’ por obvias razones.
Siglo XX
Ya en el siglo pasado, al igual que en tiempos del Ager Vasconum, una de las actividades principales en el pueblo era la agricultura, algo que se mantiene hoy en día. Sin embargo, a mitades de siglo muchas familias comenzaron a venir desde otras localizaciones de España en busca de trabajo, destacando especialmente los territorios de Albacete y Jaén -también otras partes de Andalucía- como foco de proveniencia de personas que dejaron su tierra para ganarse la vida en Carcastillo. Es el caso de Tarsicio García (81) y Eloína Navarro (80), ambos albaceteños de nacimiento y emigrantes a Carcastilllo, que llegaron al pueblo siendo jóvenes y se establecieron con sus familias aquí. Él recuerda venir en busca de trabajo como albañil, asegurando que en más de cuarenta años jamás le faltó trabajo en la construcción. Ella, al venir con Tarsicio, se acuerda de una llegada al pueblo, por entonces «muy oscuro, era todo muy negro, las casas y las calles».
Precisamente, era entre los años 50 y los 60 cuando tuvo lugar una importante reforma de las casas del pueblo, y una subida de la población considerable debido a la llegada de todas las familias del sur, principalmente. Tarsicio y Eloína, como muchos otros, decidieron establecerse aquí, comprar una casa y formar una familia -numerosa, por cierto-. Eloína hace memoria: «Recuerdo que dejaba a los niños con una señora llamada Julia, que por poco dinero los cuidaba y así yo podía ir a trabajar limpiando casas y ganar algo de dinero». Todo esto mientras su marido Tarsicio, por su parte, trabajaba como albañil. «Así sacamos una familia con seis hijos adelante», finaliza Eloína. Ambos se muestran muy agradecidos con aquellas personas que les ayudaron: Tarsicio se acuerda de Victoriano Alfaro, un hombre «de familia rica» que le dio, como agradecimiento por tantos años como constructor para su empresa, una pequeña parte de su tierra para que la trabajara. Eloína, de las mujeres del pueblo que le regalaban ropa para sus hijos, «un apoyo muy grande». Aún así, inciden en que la gente de entonces era un tanto reservada, «muy suyos» según ella.
Algo que no ha cambiado demasiado, ya que tanto para Jesús García (54) como para Ángel Ramos (20) sigue siendo así. «Es un pueblo complicado para gente de fuera, especialmente los jóvenes. Las cuadrillas de amigos se establecen con muy pronta edad y después, es difícil encajar en una», afirma Jesús. Eso sí, recalca que en el momento en el que acogen a esa persona «ya es un amigo para toda la vida».
Actualidad
Actualmente, el sustento económico y laboral del pueblo pasa por las dos empresas con sede en el mismo: la multinacional alemana GKN Driveline y la conservera Bajamar. Jesús García lleva trabajando casi 30 años en la empresa, que produce distintas piezas y recambios para automóviles. Según él, tuvo suerte de entrar a trabajar siendo muy joven, y además sin tener que irse del pueblo. Argumenta que se siente orgulloso de poder trabajar en una fábrica que es la principal generadora de puestos de trabajo en el pueblo. Por detrás se encuentra la conservera Bajamar, en la que trabaja Cristian Díaz (20). A diferencia de Ángel, él ha decidido quedarse a trabajar en Carcastillo, en una empresa en la que tiene un puesto fijo. Ambos han podido crecer en el seno de familias en una buena posición económica a diferencia de Jesús, pero sus infancias no han sido tan diferentes. Hacer cabañas, jugar en el bosque que rodea al pueblo, bañarse en el río o ver los encierros en las fiestas patronales unen a una y otra generación en cuanto a lo que crecer en Carcastillo se refiere.
Y es que para todos los habitantes de Carcastillo -sí, también Tarsicio y Eloína-, sus mejores recuerdos tienen su origen en las fiestas del pueblo. Tarsicio recuerda aquellas vallas «de madera, que no protegían ni la mitad de lo que protegen las de ahora» rodeando el encierro en sus años de mozo, un gusto por las vaquillas que Jesús corrobora, enumerando las tres fiestas principales celebradas en el pueblo, que se mantienen desde que era joven hasta ahora: fiestas de la juventud, en junio; fiestas de la Virgen del Rosario, en octubre; y fiestas grandes, el primer fin de semana de agosto. Son las últimas el plato fuerte, ya que tienen una duración de nueve días «que a algunos se les hacen largos, y a otros se nos quedan cortos», finaliza Jesús.
Aunque precisamente este año habrá que esperar para celebrarlas en Carcastillo debido a la situación de confinamiento por el virus Covid-19 que hace difícil, casi imposible, la celebración de estas, aunque sus habitantes se muestren optimistas en cuanto a la celebración de su festividad favorita. El confinamiento, por otro lado, hace que al tratarse en un pueblo pequeño «la gente se lo tome más a la ligera», según Ángel, saltándose prácticamente a diario las restricciones impuestas por el gobierno. Álvaro Gutiérrez (20), pamplonés que pasa la cuarentena en su casa de Carcastillo, cree que la gente está más concienciada que en las ciudades con la normativa, pero aún así entiende que algunas personas del pueblo, por su naturaleza activa, no puedan estar encerradas y busquen la forma de saltarse el confinamiento de una u otra manera.