Los sanitarios, el eslabón fundamental en la lucha contra la COVID-19

La lucha contra esta crisis sanitaria se está ganando gracias a la magnífica labor de los sanitarios. Fuente: J. Red Photography.

A lo largo de la historia son muchas las enfermedades que han atemorizado a toda la población reduciendo considerablemente la densidad demográfica mundial. No hace falta usar el pseudónimo Nostradomus para saber que los libros de historia cuentan con un nuevo capítulo desde este año. La COVID-19 fue declarada pandemia a nivel mundial el pasado 11 de marzo de 2020 por la OMS y, desde entonces, la vida de todas las personas ha cambiado de forma ostentosa.

En especial hay un sector poblacional que, con su trabajo y predisposición, hacen que la guerra sanitaria que enfrentamos en nuestro planeta tenga, cada día más, un cierto sabor a victoria.

Centrando el estudio en nuestro país, y con especial énfasis en nuestra comunidad, las trincheras de combate están formadas por personas desarmadas y dispuestas a jugarse la vida por salvar la de los demás. Ya lo dijo George Orwell: «La gente duerme pacíficamente en sus camas por la noche sólo porque existen hombres duros dispuestos a usar la violencia a favor de ellos».

En este caso, todas esas personas, hombres y mujeres, utilizan la empatía, la preparación, la generosidad y el conocimiento técnico a favor de todos. Se han convertido, por méritos propios, en los protagonistas de la película. Aunque con el inconveniente de que no hay suficientes alfombras rojas ni estatuillas para dar. Ni siquiera aplausos, todos son pocos para los que merecen.

Conocer de primera mano el trabajo de los sanitarios es un privilegio. Las diferentes formas de afrontarlo por parte de todos ellos son una incógnita para la sociedad. Poder ponerte en la piel del guerrero es la única forma de poder trasmitir un triste hecho en una lectura. De este modo se puede observar cómo trabajan los verdaderos protagonistas de esta lucha en la que sobra preparación e interés y falta protección a raudales.

Según informaba Herado de Aragón a día 10 de mayo, la crisis del coronavirus ha dejado en Aragón hasta la fecha 6.575 contagios, de los que 866 se han dado entre el personal sanitario, lo que representa el 13% de los positivos confirmados.

Las cifras de sanitarios contagiados no dejan de aumentar en nuestro país, ellos se encuentran en primera línea en el frente y, aunque parece que la situación está mejorando, reconocen que siguen con miedo, sobre todo, a la incertidumbre sobre cómo se va a solucionar esta crisis sanitaria.

El Coronavirus desde dentro

Carmen Modrego (62), enfermera de atención primaria en el Centro de Salud Casablanca: «La responsabilidad que tenemos es muy grande. Los profesionales de la salud tenemos miedo, estamos con pánico y no actuamos de manera espontánea, que es como hemos actuado siempre».

Carmen siente una gran preocupación por la posibilidad de poder contagiar a sus familiares. Su marido se encuentra dentro del grupo de personas de riesgo. A su preocupación se suma el desconocimiento del virus por parte de los profesionales, sobre todo, al principio de la pandemia, no sabían cómo actuar ni si lo que estaban haciendo era correcto. Además, el problema de los test. Desde hace una semana aproximadamente se ha elevado el número de pruebas. A Carmen se la hicieron hace tres días y dio negativo, lo que la tranquilizó de alguna forma, pero como cuenta,

«Dar negativo un día no implica que al día siguiente puedas dar positivo, tenemos que estar alerta»

Carmen entra a trabajar media hora antes para poder colocarse su equipo de protección individual correctamente. Fuente: Carmen Modrego.

Ha tenido que hacer muchos cambios en su día a día, «mi hijo y mi marido a veces me culpan de alarmista, pero creo que tengo mis razones para serlo», como, por ejemplo, entrar a trabajar media hora antes para poder colocarse su equipo de protección individual correctamente y estar lista para cuando llegue el primer paciente.

Marta Berges (26), enfermera en el área de cirugía en el Hospital Universitario Miguel Servet: «Toda esa gente que se está saltando las normas de seguridad, deberían estar una mañana en un hospital; en un supermercado, viendo a 200 personas al día; patrullando las calles de su ciudad o haciendo algo que al llegar a su casa tuvieran que plantearse si habían podido contagiarse, de esa manera igual así cambiaban su comportamiento».

Marta se encuentra asustada ante la posibilidad de que la situación empeore y con una gran incertidumbre por lo que pueda pasar el invierno que viene. Además, en estos últimos meses le ha tocado enfrentarse a situaciones que jamás se habría imaginado. Recuerda la primera vez que tuvo que ponerse un equipo de protección individual, «estaba sola, eran las cuatro de la madrugada, mi compañera estaba ya dentro de la habitación del paciente con COVID-19 y me necesitaba rápidamente. Te planteas mil cosas: si te habrás vestido bien, si te vas a contagiar… Luego te metes en la situación y hasta te olvidas de todo lo que llevas puesto». Como el resto de la población, ha tenido que realizar cambios en sus hábitos diarios, destaca el uso de la mascarilla, no se la quita en las siete horas que dura su jornada, «bajo ningún concepto». Tiene miedo a ser asintomática debido a la gran cantidad de casos que se están descubriendo día a día de este tipo de infectados,

«No me gustaría ser una de esas y contagiar a nadie que viene al hospital o que me cruce en el supermercado»

Aunque lo que peor lleva es ver a esa parte de la población que desgraciadamente se salta las normas de seguridad, siente una mezcla de sentimientos y no llega a entender por qué motivo lo hacen, «Me ha costado discutir con gente y hasta llegar a salirme de un grupo de amigos de WhatsApp porque no entiendo los comportamientos que tiene determinada gente. Tampoco quiero generalizar ya que también hay gente que lo ha hecho estupendamente y a todos ellos me encantaría felicitarles y darles las gracias».

Carlos Rodríguez (29), enfermero en Residencia para mayores Las Fuentes: «Tuvimos suerte de no tener ningún caso las primeras semanas porque si tenemos ahora alguno, ya sabemos todos cómo tenemos que actuar, hay un protocolo. Nos salvamos un poco de la criba. Algo habremos hecho bien para salvarnos».

La Residencia para mayores Las Fuentes es la única de Zaragoza sin infectados por COVID-19. Fuente: Carlos Rodríguez.

Carlos trabaja en la única residencia dentro de la provincia de Zaragoza que no ha tenido ningún caso de COVID-19 en lo que llevamos de pandemia, ni por parte del personal ni por parte de los residentes. Al principio de la pandemia, antes de que se decretase el Estado de Alarma, cuando vieron la situación que estaba comenzando a nacer, tomaron sus propias medidas: únicamente se permitía la visita de un familiar, siempre el mismo. Cuando se decretó el Estado de Alarma, la residencia canceló las visitas. También cuentan con un centro de día, el cual dio su último servicio el 14 de marzo.

Desde que comenzase el confinamiento, los residentes se encuentran cada uno en su habitación y es ahí donde reciben la asistencia de los terapeutas ocupacionales, trabajadores sociales, fisioterapeutas, enfermeros y demás actividades. De este modo, la carga de enfermería ha disminuido ya que ahora, como cuenta Carlos, «ya no hay tanto riesgo a que se caiga, ha bajado el riesgo en muchos aspectos. Al final casi estás ayudando más a que paseen un poco y más temas administrativos como, por ejemplo, organizando cuándo tienen consultas en los hospitales para aplazarlas, que tratando al paciente como tal. Nuestra labor ahora engloba mucho papeleo». Esto ha conllevado que la situación esté siendo más llevadera y, a su vez, cuentan con la motivación de no tener contagios, lo que ha contribuido a eliminar las preocupaciones de los familiares de los mayores

«en la residencia los familiares se han portado muy bien, nos han tratado muy bien porque, además, como no hemos tenido ningún caso, cada vez han confiado más en nosotros, en lo que estábamos haciendo»

Yaiza Bordonaba (25), enfermera en el área de hospitalización del Hospital Royo Villanova: «Me siento cansada y muy irascible. Agobiada y preocupada por cómo se va a desarrollar todo».

Yaiza ha tenido que cambiar mucho su vida diaria. Nada más llegar a casa después de trabajar lava su ropa y se va directa a la ducha, tiene que lavarse el pelo tras cada turno y desinfectar todo lo que ha tocado en casa hasta que ha llegado a la ducha. Le han recomendado tener el mínimo contacto posible con la gente con la que conviven

«eso es difícil de llevar porque, en mi caso, llevo sin dar un beso a mi novio, teniéndolo al lado, desde que empezó todo esto»

Coincide con Marta en cuanto a la población que se salta las normas «ojalá en alguno de todos estos días hubieran pasado solamente un turno con nosotros para ver como asustaba de verdad la situación», teme que se vuelva a descontrolar la situación ya que «ahora que estamos los sanitarios cayendo infectados, no sé quién va a estar en los hospitales para todos esos que se las saltan».

Ha experimentado muchos cambios a la hora de trabajar, cambios en los protocolos, más presión, incertidumbre a la hora de hacer las cosas, pero, destaca la inseguridad que sienten cuando trabajan y que, ahora, «vamos a trabajar sin las ganas que teníamos hace tres meses».

Abel Pisa (25), enfermero en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Royo Villanova:

«Miedo no he tenido en ningún momento, desde luego si me hubiera tocado esta pandemia en un sitio donde no hubiera COVID, me habría hasta enfadado porque al final si eres enfermero estás para esto, eres, por ejemplo, como un militar que lo llaman para la guerra y dice que no va, entonces, ¿para qué eres militar? Esto es igual»

Abel se siente afortunado por poder colaborar en la lucha contra esta crisis. Desde que se declarase el Estado de Alarma ha vivido situaciones muy complicadas y difíciles de afrontar, pero se siente motivado en seguir luchando y ver cómo van saliendo, poco a poco, pacientes de la UCI para pasar a planta «sientes que has hecho tu trabajo bien y que vale la pena todo el esfuerzo de estar siete horas metido ahí, de tener que cambiarte de ropa tres veces de lo sudada que está, de ponerte la máscara y todo el equipo, sientes que ha valido la pena y que hemos ganado al COVID».

Una guerra sin armas

España ha vivido, y continúa haciéndolo, una situación de escasez en cuanto a los materiales de protección para sanitarios. Aragón en su mayoría, por suerte, y sin ayuda del Gobierno del país, ha contado con más material que muchos otros territorios de España, a pesar de que este ha sido insuficiente. Además, los test siguen sin llegar de forma masiva, hecho que denuncian los sanitarios y la población en general.

El personal de hospitalización del Hospital Royo Villanova no contó con material desde el principio. Fuente: Yaiza Bordonaba

Abel agradece la rápida respuesta del jefe de la UCI del Royo Villanova, «por suerte, nuestro jefe se dio cuenta mucho antes de que esto llegara a lo que ha llegado y empezó a pedir muchísimo material. No hemos tenido falta de material». Aunque, dentro del mismo hospital, pero en otra área no han tenido la misma suerte. En el departamento de hospitalización no contaron con material suficiente hasta el mes de abril, en parte gracias a las donaciones. Yaiza critica el material defectuoso,

«ya llevamos tres mascarillas FFP2 que las hemos usado y han sido retiradas porque no filtraban, guantes que se rompen a la mínima…»

La situación en las residencias de mayores ha sido similar, Carlos comenta que ahora tienen suficiente material «pero las primeras semanas, sí que es verdad que, hemos tenido más problemas en ese sentido porque la gente tampoco sabía cómo se ponía ni cómo se quitaba y hemos tenido que ir improvisando un poco y sobre la marcha». Esto se ha debido a nula cifra de contagios ya que, el Gobierno, comenzó mandando material a las residencias con más infectados. En Aragón ha habido residencias que han llegado a tener un 90% de personas contagiadas con COVID. También han funcionado con donaciones, en concreto en esta residencia, muchos particulares han donado material hecho por ellos mismos en sus casas.

Si se puede extraer un resultado algo positivo de todo esto, no es fácil con la cantidad de muertos, es el cambio de tendencia que ha habido en apenas dos meses. Donde se ha visto como el duro trabajo de nuestros héroes ha sido capaz de construir hospitales en apenas 2 días y salvar numerosas vidas con una capacidad mínima de recuperación.

Recuperando la metáfora bélica empleada, podemos trasladar lo que las fuentes entrevistadas consideran un aspecto clave en la recuperación sanitaria del país y de la comunidad. De mismo modo en que en las guerras hay un detonante que siempre inclina la victoria hacia un bando y que en el cine hay un desenlace que zanja el largometraje, en una sanidad como la española se cuenta con un único papel, el de la gente.

Según Carmen Modrego, «El personal, sin duda, es el punto más fuerte que hay. Sin el interés del personal no funcionaría nada. A eso hay que sumarle la buena formación que hay entre los profesionales”. Que está ligado, por otra parte, con lo que opina Abel Pisa y es que «Cuando hay un problema gordo de verdad, la gente está ahí para dar el callo, sobre todo los sanitarios, tanto de los hospitales como de los centros de salud, de las residencias…».

Ni el frío de la estepa siberiana capaz de frenar en seco a las tropas de Hitler, ni el final más sangriento de una obra de Tarantino han sido tan brillantes como el final de esta pandemia, un final que, gracias a ellos, cada vez está más cerca.

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