Bulos, un gran peligro en la red

Verter informaciones falsas, criticar a cualquier personas, opinar sin respeto, calumnias, mentiras… Las posibilidades de hacer el mal desde el anonimato cibernético son demasiadas. Sin embargo, todas las acciones tienen unas consecuencias…

Desinformación ciudadana

Informar o desinfirmar. Esa es la cuestión. El primer término se define como enterar o dar noticia de algo. Desinformar es todo lo contrario. Es la acción de dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines.  Con la aparición de las redes sociales, el número de noticias falsas vertidas por cuentas anónimas ha aumentado vertiginosamente.

Pero, ¿cuál es la diferencia entre una cuenta falsa y una cuenta anónima? Aunque en ocasiones el fin sea el mismo, hay muchos matices que las diferencian. Las cuentas falsas llevan el nombre de una persona o institución que no es la que en realidad controla el perfil. Por otro lado, las anónimas se caracterizan porque los cibernautas no conocen quien está detrás de ella, generalmente porque llevan un nombre descriptivo o artístico. El peligro de una cuenta falsa es mucho mayor, aunque si nos remitimos a Twitter, encontramos ambos casos. Como cuenta falsa, un claro ejemplo es la de Kim Jong-Un (@norcoreano). Él mismo reconoce en su descripción que es un ‘fake’, sin embargo, en sus inicios generó mucha polémica con usuarios que creían que era el auténtico líder asiático. Otro caso es el del árbitro Carlos del Cerro Grande (@DelCerroGrande). Aquí no se especificó en ningún momento que la cuenta no era del colegiado y, mientras la persona que había detrás escribía tweets con su nombre, la polémica se servía. En algunos casos, el supuesto árbitro llegó a interactuar con personas que criticaban sus decisiones en los encuentros. A día de hoy, esa cuenta está inactiva, aunque sigue existiendo. Con respecto a las cuentas anónimas, en España hay varios modelos. Uno de ellos es la llamada ‘Españoles de a pie’ (@edeapie), que se dedica a poner en duda las ideologías que creen que pueden hacer daño a España en distintas redes sociales.

Cuando alguien se hace una cuenta anónima o falsa, muchas veces es para poder opinar y dar una visión de la realidad sin que se sepa quién está detrás, o para mentir y hacer daño. Sin embargo, puede darse el caso de que alguien que utilice las redes sociales para contar una vivencia sin ser descubierto o para proteger su propia integridad.

Problemas desinformativos

La sociedad no es consciente del daño que puede causar verter informaciones irreales en las redes sociales. Si además se hace desde una cuenta anónima o falsa, hay muchas probabilidades de que el usuario no vaya a rectificar en lo que ha dicho. A pesar de que, generalmente, no se puede conocer el motivo explícito que lleva a una persona a crear una cuenta de este tipo, podemos dar una serie de claves en los problemas que tienen estas prácticas en redes.

La mentira, éticamente incorrecta. Aunque los cibernautas estamos cada vez más prevenidos en la red, es inevitable que se generen bulos. Cabe hacerse una sencilla pregunta: ¿qué lleva a una persona a inventarse un bulo o a fomentarlo a través de las redes sociales? Los motivos son muy diversos: protagonismo, daño a terceros o, simplemente, pura inconsciencia. Sin embargo, ninguno de ellos lo justifica. A la persona que da una información se le presupone un cierto rigor y cierto compromiso con la verdad. A pesar de que en muchos casos no son periodistas, están intentando actuar como tal, lo que puede confundir a algunos usuarios. Si se descubre, además del cierre de la cuenta, puede desencadenar un problema legal que explicaremos más adelante.

El caso de la renovación de Davide Astori, jugador de la Fiorentina recientemente fallecido, es un claro ejemplo del problema de los bulos en la modernidad. Astori fue hallado muerto en la habitación del hotel de concentración horas antes de afrontar un partido de liga. Al ser un jugador tan conocido y relevante en Italia, se decidió interrumpir la competición. Al día siguiente, un gran número de cuentas anónimas y ahora suspendidas (@RiverettiMX o @Chavofuchs, entre otras muchas) empiezan a difundir que el capitán va a ser renovado y el dinero irá a parar a su familia. Es entonces cuando medios con relativo prestigio, como El Desmarque en España, se hacen eco de la noticia falsa y la publican como si fuera verdadera. Las grandes empresas comunicativas no sacaron la información, pero en las redes sociales se daba como cierto. El momento cumbre del bulo fue cuando el conocido director deportivo Giovani Malago dijo públicamente que renovar el contrato a Davide Astori era “un gran gesto por parte de la Fiorentina”. Cuando el club percibió que esta ‘fake news’ estaba llegando demasiado lejos, realizó un comunicado oficial en el que desmentía –entre líneas- la información falsa. “La Fiorentina, aun bajo la conmoción de este momento dramático, pide una vez más silencio y respeto por parte de todos”, oficializaba el club italiano. Posteriormente, una fuente de dentro del equipo negaba que se le fuese a renovar el contrato al ex capitán.

Ahora hay que reflexionar y pensar si la mujer y la hija del fallecido se creyeron el bulo. Cualquiera puede suponer que para una familia que acaba de perder a su padre no es de recibo que, además, se esté especulando con sus futuros ingresos. Otro afectado, aunque en menor medida, es el propio club. La imagen que da, después de que todos le hayan felicitado por algo que no ha hecho, es muy mala, pero ya no tiene remedio. Aunque todavía no se conoce si se van a tomar acciones legales por este caso, nos remitimos a que causar confusión en un momento tan duro supone una grave falta de respeto a la familia y el entorno del fallecido.

Myriam Redondo explica en esta entrevista qué sucede con los bulos y la desinformación.

La cobardía del anonimato. Desde la aparición de las redes sociales, cualquier hecho puede ser comentado en la web por todos los usuarios que lo deseen. En muchas ocasiones, esta situación se puede interpretar como una amplitud de la libertad de expresión. Sin embargo, parece que algunas personas creen que el hecho de estar detrás de una pantalla es sinónimo de poder decir lo que se quiera y cuando se quiera. Y no es así, porque el daño que puede hacerse es muy fuerte.

Otro problema grave que se da en la sociedad, es la politización de los sucesos. Para ilustrarlo nos ponemos en un supuesto que ha tenido lugar varias veces. ¿Qué pasa cuando muere un torero? Hoy en día hay una gran cantidad de corrientes antitaurinas. Algunas de ellas relacionan la tauromaquia con determinadas ideologías políticas y terminan expresando comentarios despectivos hacia el fallecido. Cuando se politizan los sucesos, se termina haciendo una banalización de la situación. A priori, esto no está relacionado con las redes sociales, pero la realidad es que estas personas se hacen oír mucho más cuando tienen una cuenta de Twitter.

Una de las claves de este problema es que detrás hay una persona. Es decir, hay alguien al otro lado de la pantalla que está frivolizando algo tan grave como una muerte. El anonimato está permitiendo también que se genere odio irracional en Internet. Cuando un individuo es capaz de alegrarse del fallecimiento de otro sin conocer nada de su vida, ¿hasta dónde puede llegar la sociedad?

Un ejemplo es el caso de la muerte de Víctor Láinez. A pesar de que todavía no se ha realizado el juicio, se conoce un testimonio general que han dado los testigos del caso (entre ellos un amigo del presunto asesino). Presuntamente, Rodrigo Lanza y Víctor Láinez se encontraron en un bar. El primero había escuchado que la víctima era un ultraderechista que se movía por la zona con unos tirantes con una bandera de España. Lanza se acercó a Láinez a recriminárselo, diciéndole que las personas como ella no debían ir por esa zona. Este respondió con un comentario acerca de su nacionalidad chilena. A pesar de que se desconoce cuáles fueron las palabras exactas, –parece ser que fue algo como ‘sudaca de mierda’- sí que se sabe que aquí está el desencadenante de la brutal agresión. Unos instantes después, Rodrigo Lanza se acercó por la espalda a Víctor Láinez y le golpeó en la cabeza con un objeto de hierro contundente, según aparece en la autopsia. Después le propinó numerosas patadas y puñetazos. Láinez murió en un hospital tres días más tarde.

Este caso se llenó de polémica y se politizó desde el primer momento. Las mentiras que se dijeron fueron innumerables. Es comprensible que, en un suceso con posible carga ideológica extremista, no se defienda a una víctima como se defiende socialmente en otros casos. Sin embargo, algunos llegaron a defender al asesino. Un caso paradigmático es el tratamiento del crimen que dio ‘House Antifascista’ (@lekaconK). A través de mentiras en su cuenta de Twitter, aseguraba que la víctima iba armada con una navaja y que el presunto asesino únicamente actuó en defensa propia. También afirmó que la víctima había amenazado previamente al acusado, y por último, aseguró que era neonazi y que no llevaba tirantes con la bandera de España, por lo que no fue un delito de odio. Utilizó la declaración del presunto asesino como si fuese la verdadera historia. Cuando se realizó la autopsia y los testigos declararon ante la policía, vimos que no era verdad la información que salía de este perfil, pero no se rectificó ni se disculparon ante sus allegados.

Problemas laborales y personales en la persona afectada. Todas las personas tenemos un entorno social: una familia, unos amigos, un trabajo, una reputación… que puede verse manchado muy seriamente. Una información falsa se vuelve en contra de la persona que la sufre inmediatamente.

Para bien o para mal, con el auge de las redes sociales, nada de lo que hacemos a través de internet se puede borrar completamente. Una vez se ha subido un archivo, siempre se va a poder recuperar. Cuando una persona es socialmente valorada y conocida positivamente por un entorno amplio, en principio no va a tener ningún problema. Pero, ¿qué pasaría si alguien quiere ensuciar su imagen? Muy sencillo, únicamente tiene que verter un bulo en alguna red social. Si al final la situación evoluciona como es debido, con el paso del tiempo se descubriría la verdad. Sin embargo, aunque finalmente se hiciese justicia, estaríamos hablando de que hay un hombre que ha sufrido un delito contra el honor, y lo que ha vivido hasta que se demuestra la realidad no lo quita nadie. Ahora nos preguntamos: ¿qué pasa si no se descubre la mentira? Si es una persona conocida, se presupone el linchamiento mediático que va a sufrir el afectado. Con el avance de Internet, cualquier información se hace mediática sin que muchos de los usuarios comprueben si es cierta. Como explicaba Myriam Redondo, experta en redes sociales y verificación digital, aquí entra en juego la responsabilidad de las personas, que tienen el deber moral de comprobar el origen de la información.

Un caso es el del obispo de San Sebastián, acusado de ofrecer exorcismos gratis a las feministas para “sacar el demonio que llevan dentro”. Comenzaré por el principio de los hechos. Nos encontramos unos días después de la huelga feminista. ThePortada News, una página web estructurada como un periódico digital pero que en su descripción especifica que todas sus noticias son falsas, saca a portada un titular en el que afirma que el obispo de San Sebastián realizará exorcismos a todas las feministas de manera gratuita. La idea era realizar una crítica social a través de una ‘fake news’ humorística. Gran cantidad de usuarios no se lo tomaron como una ‘broma’ y empezaron a compartirlo, generando un eco mediático abrumador. Varias páginas web realizaron un artículo propio a raíz de una noticia que no era verdad. Incluso, más de una semana después algunos todavía no lo han retirado, como es el caso de “El Patagónico”. Por supuesto, Facebook y Twitter se llenaron de insultos no solo al obispo, sino a toda la Iglesia Católica. De hecho, la propia Beatriz Talegón, política socialista hasta 2015, se creyó el bulo y llegó a afirmar, en tono de protesta, que iría a pedir cita. En este caso, la cuenta no es falsa ni anónima, pero es un claro ejemplo de por qué hay que comprobar la procedencia de las noticias para no caer en un bulo.

Detonante del estado de alarma social. Tal  y como están los problemas en el mundo, es muy fácil generar alarma en la sociedad. Es posible que los propios ciudadanos seamos algo exagerados en este sentido, pero su explicación se encuentra en los sucesos que han ido teniendo lugar en los últimos tiempos. Los atentados yihadistas, los casos de secuestro o los delitos de odio que han abundado tanto en los últimos años, han generado un estado de alarma permanente, y con razón.

Por supuesto, no todos los bulos generan un estado de alarma. Ni siquiera los bulos de más gravedad siembran el caos completamente. Pero no es lo mismo emitir una noticia falsa acerca de la caza de los delfines que sobre un aviso de bomba. El motivo es muy sencillo: en el segundo están en juego vidas humanas. Si además se aporta información del lugar concreto en el que ha ocurrido el supuesto suceso, alguien puede tener una persona cercana por esa zona. Para poder analizar mejor el caso, nos vamos a centrar en este segundo supuesto.

En el mes de noviembre de 2015, en la calle de Alfonso I de Zaragoza, la principal vía para acceder a la Basílica del Pilar, se aglutinaron un grupo de coches de policía. Era llamativo el modo en el que se habían dispuesto. Sin embargo, únicamente se debía a que un grupo de nacionales estaban alojados en un hotel de la zona, cercano a la Plaza del Pilar. Habían pasado poco más de dos años desde que un grupo de anarquistas atentase contra el monumento arquitectónico. A primera vista, son dos hechos que no tenían nada que ver, pero un alumno universitario hizo saltar las alarmas. En la red social Twitter, con su perfil real, adjuntaba una foto de los coches de Policía Nacional asegurando que era a causa de un aviso de bomba en El Pilar. El tweet corrió como la pólvora, con numerosos retweets y favoritos. El pánico cundió y los comentarios eran cada vez más  numerosos. Algunos usuarios tenían familiares dentro de la basílica en ese momento y se encontraban muy asustados. Con el paso de las horas, el usuario eliminó el tweet y se volvió a la normalidad. Sin embargo, la Policía Nacional se hizo eco de la situación. En su cuenta oficial (de carácter nacional y con varios miles de seguidores) puso la fotografía que había subido el alumno afirmando que no debíamos hacer caso a “los tontos del bulo que buscan sembrar el pánico”. Como estaban teniendo lugar otras noticias falsas por la red, el Heraldo de Aragón aprovechó para hacer un reportaje de las consecuencias legales que podía tener esta práctica cibernética. La foto que tenía de cabecera era precisamente la que había utilizado el alumno, y su pie de foto era “imagen que corrió por las redes sociales junto a un falso aviso de bomba en el Pilar”. En el texto, se mencionó que a la policía le constaba que habían tenido lugar dos bulos acerca de falsos avisos de bomba en la basílica zaragozana. Finalmente, el caso no tuvo ninguna repercusión legal. A pesar de que la intención del usuario era informar, se dejó llevar por suposiciones y generó una alarma social sin ningún motivo.

Por fortuna, ningún medio de comunicación se hizo eco de la noticia y la alarma no llegó lejos. Las fuerzas del orden público negaron desde el principio que hubiese tenido lugar ningún aviso de bomba, y los usuarios recuperaron la calma en cuestión de horas. Sin embargo, podría haber trascendido más y haber generado un caos peligroso.

La confusión del cibernauta. Con todos estos problemas de credibilidad en la red, puede darse el caso de usuarios queden desconcertados. Al darse casos de medios de comunicación y personajes públicos que han caído de lleno en las manos de la mentira, estas dudas se acrecientan. El problema es menor cuando las cuentas son anónimas, porque al no saber quién está detrás, genera más dudas en el lector. Llegamos a un punto en el que los ciudadanos pueden desconfiar de cualquier medio.

Sin embargo, de aquí se puede sacar una conclusión positiva, y es que esta situación es idónea para buscar cuáles son los medios más rigurosos con la información y qué periodistas buscan la verdad por encima del sensacionalismo. Por eso, también es responsabilidad de la persona que está detrás de cada cuenta el hecho de que se difundan noticias falsas en la web.

Mentiras poderosas. Este último apartado está reservado para un tipo de bulos muy controvertido. No se llama ‘mentiras poderosas’ únicamente por el poder desinformativo que contiene, sino porque provienen directamente del poder político. Hoy en día, cuando alguien llega a la presidencia o a la alcaldía, es porque los ciudadanos han depositado cierta confianza en el grupo político. Si los miembros de ese mismo partido mienten a los ciudadanos, es muy probable que se vayan a creer sus palabras.

A pesar de que España está dentro de los 19 países considerados como democracias ‘plenas’, según el estudio ‘democracy index’ de la revista The Economist, decir deliberadamente una mentira a la ciudadanía supone un desprestigio y una falta de respeto a todos los ciudadanos para los que está gobernando el político en cuestión. Es inconcebible que las personas que guían al pueblo sean aquellos que les engañan. Cuando no se busca el bien de los ciudadanos, no podemos hablar de democracia.

El caso de Lavapiés es paradigmático. El día 15 de marzo, el mantero senegalés Mame Mbiaye moría en Lavapiés después de una persecución policial. Este hecho fue aprovechado por dirigentes de Podemos y Ahora Madrid para atacar al sistema. Nos encontramos también con otro caso de politización de un suceso. Mientras las causas reales de la muerte se desconocían porque aun no había tenido lugar la autopsia, a algunos políticos se les llenaba la boca (o las cuentas de Twitter) de diferentes mensajes. Algunos de ellos simplemente daban el pésame al fallecido, sin embargo otros hablaron más de la cuenta. Por ejemplo, Rommy Arce escribía: “Lucrecia Pérez, Samba Martine… hoy Mame Mbaye. Los ‘nadie’ víctimas de la xenofobia institucional y del sistema capitalista”; Juan Carlos Monedero decía: “Aquí, en Lavapiés, ha muerto esta noche Mame Mbaye, un inmigrante perseguido por la Policía. Cuánto dolor innecesario” e incluso el portavoz de Podemos en el Senado afirmaba que “no hemos estado a la altura de los derechos humanos”. “Hemos fracasado, sentenciaba”. Los incidentes en Lavapiés se fueron haciendo cada vez más fuertes, y la Policía sufría ataques constantes. Se destrozaban coches y mobiliario urbano.

 

Pocos días después salía a la luz la autopsia. El mantero había fallecido porque sufría un problema del corazón que no se le había detectado, lo que hizo que se desplomase y no se pudiese hacer nada por su vida. Las mentiras habían corrido como la pólvora generando varios heridos. Lejos de reconocer el error, los medios más afines a la formación morada se escudaron en que la Policía, que únicamente había afirmado que el mantero murió después de la persecución, había originado el bulo. Ellos no habían hablado de culpables, pero estos políticos culparon a sus propias fuerzas del orden público y a la “sociedad capitalista” antes de conocer por qué había fallecido el mantero.

No cabe duda de que todos somos personas, independientemente de nuestra manera de pensar. Y equivocarse es de humanos. Los periodistas y los políticos también tienen derecho a equivocarse, pero rectificar es de sabios. Solo asumiendo el propio error y pidiendo perdón se puede rectificar. En este caso, si no se sigue este proceso, continúa la sensación de que el fin era engañar a la sociedad y sacar beneficio político de la muerte de una persona.

Problemas legales de la desinformación

Los problemas legales de decir mentiras son numerosos. Como ya he mencionado anteriormente, cada caso es diferente e implica unas consecuencias u otras. Sin embargo, nos podemos remitir a diferentes artículos del Código Penal para hacernos una idea de lo que nos puede suceder.

Desde el artículo 205 a 207 se explica qué es la calumnia y cuáles son las consecuencias de un delito de calumnias. Está definida como “la imputación de un delito hecha con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio hacia la verdad”, y “pueden ser castigadas con penas de prisión de seis meses a dos años o multa de doce a 24 meses, si se propagan con publicidad. (…) Si no, con multa de seis a 12 meses”, según explica el propio Código Penal. Sin embargo, hay que diferenciar la calumnia de la injuria. Desde el artículo 208 hasta el 210, el Código Penal aporta la información referida a la injuria, definida como “la acción o expresión que lesionan la dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra su propia estimación”. La calumnia y la injuria son conceptos diferentes El primero es una acusación falsa. Para ser considerado calumnia tiene que ser con la intención de generarle un perjuicio Sin embargo, la injuria es un insulto. Cuando la injuria es muy fuerte puede considerarse como un delito de odio. Un acusado puede tener cargos de ambas cosas. Entre el artículo 211 y el 216, se explican las disposiciones generales de ambos delitos.

Es necesario que el Código Penal recoja consecuencias legales que puede tener una persona por difundir calumnias o injurias. Si aun jugándose la libertad siguen teniendo lugar estas prácticas, ¿qué sucedería si cada uno pudiese decir cualquier barbaridad sin tener ningún filtro? La democracia es también conocida como el imperio de la ley. Es decir, las leyes son sinónimo de democracia. La legislación debe garantizar los derechos y las libertades de los ciudadanos. Otro problema serio es la educación. A pesar de que la ley ampare a las personas que sufren calumnias o injurias, no se debería llegar a tal extremo. Si se educa correctamente a los niños, podremos ver reducido en un futuro el número de personas afectadas por estas situaciones.

Este no es el único delito dentro del Código Penal que se ha acrecentado con el crecimiento de las redes sociales. El Artículo 515.4 explica lo que “son punibles las acciones ilícitas (…) que fomenten, promuevan o inciten directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra personas, grupos o asociaciones por razón de su ideología, religión o creencias, la pertenencia de sus miembros o de alguno de ellos a una etnia, raza o nación, su sexo, orientación sexual, situación familiar, enfermedad o discapacidad”.

Los delitos de odio van en aumento a través de las cuentas falsas y anónimas. Sin embargo, como explica Javier Lasheras, abogado y profesor universitario conocedor del derecho digital, a día de hoy se puede registrar la dirección IP del ordenador desde el que se vierten las faltas de respeto

Podemos observar que incurrir en un delito de este tipo puede conllevar años de prisión y multas. Surge aquí el debate de la libertad de expresión. Muchas veces se da el caso de personas denunciadas por delitos de injurias y de odio que se acogen a su derecho de expresar libremente sus ideas. Parece obvio que ensalzar a un grupo terrorista con cerca de mil muertos a sus espaldas sobrepasa los límites de la libertad de expresión, pero el debate está más vivo que nunca. La solución pasa por el respeto. El problema no está en expresar una serie de ideas sustentadas en unos argumentos, sino en faltar al respeto a quienes han sufrido violencia de cualquier tipo o a quienes tienen una creencia religiosa.

El último caso con consecuencias legales que vamos a tratar lo hemos ejemplificado anteriormente: el de los falsos avisos que pueden llevar a la alarma social. El artículo 561 del Código Penal sentencia que “quien afirme falsamente o simule una situación de peligro para la comunidad o la producción de un siniestro a consecuencia del cual es necesario prestar auxilio a otro, y con ello provoque la movilización de los servicios de policía, asistencia o salvamento, será castigado con la pena de prisión de tres meses y un día a un año o multa de tres a dieciocho meses”.

De nuevo, nos encontramos más ante un problema de carácter ético que legal. En el caso que hemos expuesto con anterioridad no tuvo ninguna consecuencia más allá del revuelo que se generó. Es más grave el daño que se puede causar que las consecuencias que puede sufrir aquel que emite el bulo.

 

Conclusiones

Las cuentas falsas, las cuentas anónimas cuyo único fin es mentir y hacer daño, el “intrusismo” periodístico, los bulos, las ‘fake news’… La desinformación azota a la ciudadanía de manera apabullante. Desde una cuenta falsa o anónima se puede calumniar a una persona y que muchos se lo crean. Los bulos afloran cuando una persona no da la cara en las redes sociales. Hay que perseguir esta práctica en virtud de la verdad. Otro problema muy serio es que los periodistas, los profesionales de la información, podemos vernos afectados por esta situación. Sin embargo, hay que diferenciar de qué somos culpables y de qué no lo somos. En la mayoría de los casos, la creación de los bulos no es cosa de los periodistas, aunque determinadas personas hagan creer que sí. La persona que está detrás de una cuenta falsa o anónima no es un profesional en prácticamente ninguna ocasión. De lo que es culpable el periodista es de creerse una mentira por no haberla verificado correctamente y, sobretodo, de publicarla.

Un ejemplo de ello es el caso de El País y Hugo Chávez, ex presidente socialista venezolano fallecido en el 2013. El 24 de enero de ese mismo año, el diario publicó una foto en la portada en la que aparecía un supuesto Hugo Chávez sometiéndose a una operación, con un tubo en la boca y rodeado de médicos. Al lado había un texto en el que se hablaba del estado de salud del dictador. Sin embargo, aquel que aparecía en la foto no era Chávez, sino un paciente anónimo, surgido de una operación grabada en vídeo y subida a YouTube en 2008. El diario español con más tirada había sido engañado.

Existe el problema serio de que, al final, estas situaciones terminan afectando a toda la profesión. En primera instancia, podría parecer que un caso como este solo afectaría al medio que ha difundido la noticia falsa, pero si fuese así, la gente seguiría confiando en los medios de comunicación. Hay una pérdida de confianza conforme han ido apareciendo los bulos. Al final, todos los medios se ven afectados porque la persona que está al otro lado ha perdido la confianza de que le cuentan la realidad tal y como es. La labor de los periodistas ahora es fundamental porque tenemos que recuperar la confianza perdida.

Por otro lado, llama la atención la velocidad con la que se extienden las noticias falsas. En cuestión de minutos, si se vierte desde Twitter, puede tener gran cantidad de retweets y ‘me gusta’, por lo que en cuestión de horas ya es viral. Además, aquel que hace una noticia falsa tiene en mente precisamente que se haga viral. Lo común es que aporte algún beneficio personal. Puede ser de manera directa o indirecta. Un ejemplo de esta última sería buscar perjudicar a una tercera persona. Aquel que vierte el bulo se ve ‘beneficiado’ porque otra persona se ve afectada negativamente a causa de una mentira. También es posible que busque protagonismo, fama, una limpieza de la imagen… aunque esta motivación la podríamos considerar directa. Por otro lado, para hacer una ‘fake news’ que se vuelva viral, tiene que ser de algún tema que interese en demasía a la sociedad. Por ejemplo, si hago un bulo acerca de que se ha multiplicado por 10 el precio de la madera de roble, a pesar de que un determinado grupo de personas se verá afectado, no va a correr de la misma manera que si afirmo que hay un terrorista atrincherado en La Seo. Todo es cuestión de cómo afecta a las personas la supuesta noticia. Además del interés que genera la supuesta información por sí misma, también tiene que ver la cercanía. Por ejemplo, si cogemos el mismo supuesto de una persona que afirma que hay un terrorista atrincherado en La Seo, no afectará de igual manera a la persona que vive en Las Vegas que un ciudadano de Zaragoza.

Perseguir a las personas que vierten informaciones falsas en la red no es un deber únicamente para las fuerzas del orden, sino de los ciudadanos. Se trataría de un deber moral. Hemos visto las consecuencias que conlleva el hecho de verter ‘fake news’, más aun si ya estamos hablando de unas faltas de respeto que puede conllevar un delito de calumnias. Fortalecer las penas legales de una situación como esta no erradicaría completamente los bulos. Educar mejor a la población también es necesario aunque no acabaría con las noticias falsas. Pero hay un detalle que se nos pasa por alto casi siempre. También hay que enseñar a verificar las noticias porque, si un bulo se hace viral, no es únicamente por culpa de aquel que lo ha creado, sino de las miles de personas que han difundido el bulo. El proceso de verificación de información es imprescindible para que la sociedad esté informada de manera honesta y real.

Por otro lado, es la oportunidad de los periodistas para ser líderes de opinión. Cuando ofreces siempre una información ajustada a la realidad, la ciudadanía va a tener en dicho periodista un referente en el que comprobar si una información es real o no.

Todos los profesionales de la información debemos ajustarnos lo máximo posible a la realidad para que aquellos que quieren conocer la verdad puedan encontrar en nosotros un auténtico referente. La verdad es lo que hace libre a la persona.

 

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